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Artigo sobre o Folclore

De Interes Para Los Amantes del FOLCLORE NACIONAL. Por Esteban Abad - esteban.mate@hotmail.com Los misterios en la vida y en la muerte de u...

De Interes Para Los Amantes del FOLCLORE NACIONAL.

Por Esteban Abad - esteban.mate@hotmail.com

Los misterios en la vida y en la muerte de un cantor

• Se conformó siempre con obtener el reconocimiento del público como intérprete: “Me basta con cantar”, decía • “No todos pueden hacerlo” •

Al igual que la recordada Mercedes Sosa, Jorge Cafrune nunca fue autor o compositor (ese es uno de los misterios a los que alude el título de esta nota).
Otro matiz de su vida de juglar, relativamente corta (sólo 18 años de permanencia en el canto), es que se presentaba como revolucionario, adjetivo que en los 70 era sinónimo de “zurdo” con todas las implicancias que significaba.
A pesar de ello, el barbado jujeño se quedó en Argentina, se negó al exilio y hasta cantó canciones prohibidas en los festivales.
También una misteriosa aureola cubrió a su protegido cantorcito, Marito, que lo acompañó en varias giras y grabó con él éxitos como “Virgen India” o “El niño y el canario” y el misterio más grave es que a 33 años de su muerte en un “accidente”, una enigmática nebulosa envuelve los hechos ocurridos esa noche del 31 de enero de 1978 en una ruta bonaerense.

Marito “¿es Jairo?”
La pregunta se encarnó entre seguidores y detractores de “el Turco” Cafrune.
“Marito es Jairo porque Jairo se llama Marito González”, sostenían.
Sin embargo, si bien era cierto lo del nombre, el Marito González que sí era Jairo difería en edad con el Marito que cantaba con Cafrune.
En 1996 el programa “Canción con Todos” de la FM Santa María de las Misiones 89.3, gracias a la mediación de Custodio Bustamante (ex representante de Cafrune en el litoral), contactó a Marito, el cantor de “Virgen India” por teléfono.
Ya en el aire, este padre de familia, dueño de una ferretería en Bernal, Buenos Aires, dijo: “No soy Jairo, ni González, soy Mario Guillermo Perrotta y en Posadas me conocen porque estuve en la Peña Itapúa con Cafrune hace unos años”.
¡Tres días después alguien llamó a la radio para preguntar si Marito era Jairo!
Al cabo de unos meses, cuando relaté esta anécdota al cantor nacido en Cruz del Eje, Córdoba, me dijo: “Por favor insistí en decirle a la gente que yo no soy el Marito de Cafrune”.

De El Carmen al mundo
Convocado por Ariel Ramírez (años 60) para su compañía y junto a Luis Alberto Valdez, Tomás Campos y Gilberto Vaca, Cafrune formó “Las Voces del Huayra”, con los que, al lado de Ariel Ramírez, realiza una gira por varias provincias.
Luego sería el inicio de “Los Cantores del Alba”, con Tomás Campos, Gilberto Vaca y Javier Pantaleón, todos ellos de Jujuy.
Tras una actuación con Ramírez, el Turco decide continuar su camino en solitario y abandona el grupo. En esta nueva etapa su debut no tuvo buena acogida; pasaron dos años hasta que por consejo de Jaime Dávalos, Cafrune consigue un lugar en Cosquín para actuar fuera de cartel. El público lo consagra allí como primera Revelación del festival.
Luego vendrían los discos como solista y la consagración definitiva y largas giras por pueblos pequeños. En uno de ellos, Huanguelén, Buenos Aires, conoce y promueve a un joven cantor llamado José Larralde. Siguió actuando cada año en Cosquín y allí, en 1965, presentó a una joven cantora, Mercedes Sosa.
En 1967 arranca la gira “De a caballo por mi Patria”, en homenaje al caudillo riojano Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza, en la que Cafrune recorrió el país al estilo gaucho, llevando canciones y mensajes a todos los rincones a caballo.

Cantor siempre, nunca autor o compositor
“No soy compositor, me basta con cantar”, me diría en los intervalos de un festival, cerca de 1971.
En el epicentro de un movimiento folklórico, destacado por sus integrantes, todos ellos intérpretes y autores o compositores, Jorge Cafrune, dice “me basta con catar”. Siempre se negó a crear temas por que “cada lechón en su teta que es el modo de mamar” dice el Martín Fierro”.
“Y es -agregaba-, una cuestión personal: no compongo por respeto a los autores; no todos pueden cantar; cantamos los que a lo mejor no tenemos condiciones para escribir música o versos”.

Barbado, gaucho y cantor: zurdo
Ese era el axioma de los autoritarios gobernantes de la década del 70. Otros artistas se exiliaron apenas comenzaron las amenazas y las prohibiciones. Cafrune decidió quedarse y seguir haciendo lo que mejor sabía hacer: cantar y opinar cantando y haciendo. Fue así que en el festival de Cosquín de enero de 1978, cuando su público le pidió una canción que estaba prohibida, “Zamba de mi esperanza”, Cafrune accedió argumentando que “aunque no está en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide, la voy a cantar”.
Según testimonios que se consignan en el informe Nunca Más, eso (sumado a la canción de “El orejano”, un canto rebelde y libertario) ya fue demasiado para los gobernantes y en un campo de concentración de Córdoba, el teniente coronel Carlos Enrique Villanueva opinó que “había que matarlo para prevenir a los otros”.

Rumbo a Yapeyú, el mayor misterio
El 31 de enero de 1978, a modo de homenaje a José de San Martín, Cafrune emprendió una travesía a caballo que lo llevaría a Yapeyú, lugar de nacimiento del libertador, para depositar allí tierra del lugar de su deceso, Boulogne-Sur-Mer. Esa noche, a poco de salir, fue embestido a la altura de Benavídez por una camioneta conducida por un joven de 19 años, Héctor Emilio Díaz. Cafrune falleció ese mismo día a la medianoche, pero el hecho nunca fue esclarecido y para la Justicia quedó sólo como un accidente.
Ahora hay comentarios acerca de que son varios los testigos que han decidido aportar lo que vieron para dilucidar el mayor misterio de la vida de un cantor muy querido por su pueblo: la dudosa muerte de Jorge “el Turco”, Cafrune.


Colaboração Eric Barreto e Alan Otto Redü

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